miércoles, 26 de noviembre de 2008

Después del Rencor

Encuentro en la música el escape que constantemente preciso. Ligeramente mayor del que hallo en la cinematografía y la literatura.
En esos discos, libros y películas que he tenido la oportunidad de acumular durante años. Mis tesoros más valiosos, los que no cambiaría por mansiones en las colinas y autos lujosos.

Escucho a P.O.S. y siento la empatía que entre aquellos de tres dimensiones, forjados de carne y hueso no puedo encontrar, con una frase bastante sencilla:
"No one will ever be, like me; No one will ever be like me, No one will ever be like me"


Siento la frustración de aquel que aún con más de dos décadas y media de kilometraje, casi tres, no encuentra su lugar. Y se pregunta si alguna vez lo hará.
Saberte una persona creativa, leída y con opinión en un desierto estéril del menor dejo de creatividad es una de las sensaciones más desgastantes y frustrantes que puedan existir.
Recopilando información en Excel, actualizando una página de Internet. ¿De que sirve leer, instruirte, estudiar? ¿De que sirva que reconozcan la importancia de tu voz y de tu opinión en todos lados, menos en tu lugar, si no lo aplicas en tu vida diaria? ¿De que sirve pensar fuera de la caja cuando tus argumentos son negados por falta de experiencia?

Peor aún, existen ocasiones donde me siento cómplice de un crimen mayor: Lucrar con aquello que no es autentico. Traficar con la apatía y el pésimo gusto de la gente.
Una frase que constantemente tengo que escuchar es “Solo son negocios”. Y entiendo que en lo más profundo de esta expresión, exista una sutil nobleza, sobre todo si es observado por la psique mexicana de 'la familia va primero'.

Sin embargo, me remuerde la conciencia y me punza el saber que pasa el tiempo y no he logrado esa diferencia positiva en el mundo, usándolo para vender farsas.
No quiero transformarme en uno más de aquellos que trabaja solamente por pagar las mensualidades de la hipoteca o saldar la cuenta de la tarjeta de crédito. De esos que no tienen la sed de conocimiento, el espíritu de aventura y la necesidad de manifestarse, en trasgredir.
De no tener una opinión que algunos puedan considerar agresiva y honesta. Confrontar con el ánimo de dejar una huella contraste de marcar territorio para alcanzar estatus de macho alfa o perra máxima.

Probablemente sean solo incoherencias románticas, pero creo que debe existir un espacio para el arte, para la trascendencia, para la crudeza. Para ese idealismo que constantemente relegamos al punto del olvido.
Nunca olvidaré esa tira de Mafalda, donde después de observar a dos adultos hablando sobre el quijotismo juvenil, nuestra heroína alerta a sus amigos diciendo: "¡Sonamos Muchachos! Resulta que si uno no se apura a cambiar al mundo, después es el mundo el que lo cambia a uno!"

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